,type=downsize)
Cuando viajamos y visitamos castillos, catedrales antiquísimas, palacios señoriales o caminamos por callejuelas empedradas, a menudo sentimos que nos trasladamos en el tiempo. Sin embargo, ninguna experiencia es tan intensa como la de adentrarse en conjuntos históricos amurallados que susurran historias de antaño, llevándonos directamente a la Edad Media. Aléjate de las rutas turísticas más conocidas, porque en pueblos como Palazuelos, Granadilla o Madrigal de las Altas Torres, la herencia medieval se fusiona con la vida cotidiana.
© Alamy Stock PhotoPALAZUELOS (GUADALAJARA)
De los pueblos de Guadalajara que en su día estuvieron amurallados, Palazuelos no solo es de los que mejor conservan su cinturón pétreo, también es de los menos conocidos. Y, sin embargo, tiene una impresionante muralla medieval para sus pequeñas dimensiones, con su torre del homenaje en pie y tres puertas de , que mandó levantar el primer marqués de Santillana a mediados del siglo XV. Está muy próximo a Sigüenza, a solo 9 kilómetros en dirección a Atienza, y caminar por sus solitarias calles empedradas intramuros, por las que a diario pasean medio centenar de vecinos, es como transportarse al Medievo.
© Cordon PressARTAJONA (NAVARRA)
Situado sobre una colina imponente, este pueblo, ubicado entre Olite y Puente la Reina, alberga el recinto amurallado mejor conservado de toda Navarra. A pesar de ello, Artajona no es una gran localidad, sino una pequeña villa con apenas 1700 habitantes. Al recorrer sus murallas que se adaptan al terreno del cerro, con nueve torres de defensa y vigilancia —conocidas como bestorres— y la iglesia de San Saturnino en su interior, te resultará fácil imaginar a reyes, nobles, clérigos, juglares y mercaderes caminando por sus calles. Tanto encanto histórico tiene que fue escenario de la película Robin y Marian, protagonizada por Sean Connery y Audrey Hepburn.
© Alamy Stock PhotoGALISTEO (CÁCERES)
Del cercano río Jerte se extrajeron, uno a uno, los cantos rodados con los que fue levantada la muralla de Galisteo en el siglo XII. Hoy, casi mil años después, esta singular fortificación de inconfundible aspecto rústico –tan distinta a cualquier otra de la península–, con más de un kilómetro de perímetro y adaptada con naturalidad al terreno, sigue en pie, envolviendo como un abrazo de piedra el casco antiguo del pequeño pueblo extremeño. Cuatro puertas dan paso a su interior, de trazado irregular y calles empedradas que invitan a un paseo sin prisa. Así se van descubriendo rincones que revelan la huella de los musulmanes, cristianos y judíos que convivieron entre sus muros, además de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, con su esbelta torre de estilo mudéjar, que se alza como faro sobre el valle del Jerte y las dehesas cacereñas.
© Pecold - stock.adobe.comMADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES (ÁVILA)
A solo 20 minutos en coche de Arévalo, un lugar que te será más familiar, se alza Madrigal de las Altas Torres, un impresionante pueblo amurallado que, en su día, fue uno de los centros más importantes de Castilla durante la Edad Media. Su muralla, de más de dos kilómetros de perímetro, construida con ladrillo y tapial y es una de las mejor conservadas de la región. Pero no es solo su perfil amurallado lo que se viene buscando a él, sino también la huella de Isabel la Católica en el antiguo palacio de Juan II, convertido en el monasterio de Nuestra Señora de Gracia, donde nació la futura reina que marcaría el destino de España. ¿Qué más te espera en el conjunto monumental? Una colección de iglesias mudéjares, como la de San Nicolás de Bari, con una de las torres más bellas del gótico-mudéjar castellano, y conventos cargados de historia.
© Pavel Dudek / Alamy Stock PhotoGRANADILLA (CÁCERES)
El norte de Cáceres depara sorpresas como este pueblo medieval amurallado, fundado en el siglo IX y declarado conjunto histórico que abraza el embalse de Gabriel y Galán, cuya construcción hizo que sus habitantes se vieran obligados a marcharse, aunque el agua nunca llegó a cubrirlo. Hoy es un pueblo vivo gracias a un programa de recuperación de pueblos abandonados que ha permitido conservar sus calles empedradas, casas restauradas, la iglesia parroquial y su imponente muralla. Al castillo, levantado en el siglo XV por los Duques de Alba y situado en el punto más alto del recinto fortificado, se puede subir para disfrutar de la historia y el paisaje con unas vistas espectaculares.
© Alamy Stock PhotoURUEÑA (VALLADOLID)
Si eres amante de los pueblos amurallados y a la vez de los libros, tienes una cita ineludible en Urueña, un pequeño pueblo de Valladolid con poco más de 200 habitantes y una buena colección de librerías fabulosas y de museos. Hay un museo de campanas con piezas de los siglos XV al XX, otro dedicado al cuento, a la música y al gramófono, un espacio cultural que lleva el nombre de Miguel Delibes y acoge exposiciones y actividades relacionadas con el mundo del libro, una enoteca especializada en los vinos con denominación de origen de Valladolid y un impresionante castillo, el de Doña Urraca. Todo ello dentro de una espectacular muralla que rodea el casco histórico. No se puede pedir más en tan poco espacio.
© Alamy Stock PhotoCASTELLAR DE LA FRONTERA (CÁDIZ)
En lo alto de una colina que domina los bosques del Parque Natural de los Alcornocales, se esconde este pueblo de alma medieval, encajado dentro de un castillo del siglo XIII. Construido para vigilar el estratégico Estrecho de Gibraltar, hoy en día las estrechas y encaladas calles de Castellar Viejo, como se conoce su núcleo antiguo, respiran tranquilidad. Entre sus murallas centenarias se esconden casas habitadas, talleres de artesanos, alojamientos rurales con encanto y miradores con vistas al embalse de Guadarranque y, en los días claros, incluso hasta el norte de África.
© Evan Frank - stock.adobe.comRELLO (SORIA)
Casi 700 metros de muralla rodean este pueblo encastillado sobre un peñasco calizo en una hoz del río Escalote, muy próximo a Berlanga de Duero. Se levantó en el siglo XV y está flanqueadas por torres cuadradas rematadas con matacanes, modelo de arquitectura defensiva medieval. En un extremo del recinto se alza el castillo, del que se conserva la torre del homenaje; junto al río, la torre albarrana del Agua, que servía para almacenar agua; y también dos puertas históricas. En su interior, un conjunto de calles estrechas y empedradas, casas colgadas sobre el precipicio, edificios señoriales y una atmósfera medieval que transporta a otra época y que tiene su mejor estampa desde el mirador situado junto a la ermita de las Angustias.
