El deporte es una de las actividades más beneficiosas para la salud y para el bienestar emocional de niños y adolescentes, eso es innegable. Sin embargo, la presión que muchos de ellos reciben, especialmente los que se dedican a la competición o están federados y, sobre todo, los que se inician en el alto rendimiento deportivo, puede provocar todo lo contrario en los menores.
La presión deportiva infantil puede derivar en problemas de autoestima y generar miedo al fracaso, además de ansiedad, depresión, trastornos del sueño e incluso, problemas de salud, según la Escola de Salut del Hospital Sant Joan de Déu. “También es común la sobreexigencia, el agotamiento mental y físico (burnout)”, señala el Dr. Alejo García-Naveira Vaamonde, psicólogo del Deporte, profesor de la Universidad de Villanueva y coordinador Sección Psicología de la Actividad Física y el Deporte de la COPM (Colegio Oficial de la Psicología de Madrid).
“En muchos casos, el deporte se convierte más en una fuente de presión que de disfrute, sobre todo, cuando los objetivos adultos se imponen sobre las necesidades del menor, hay una mala gestión deportiva por parte del club o los padres/madres terminan siendo fuente de estrés”.
El alto rendimiento puede ser compatible con el bienestar si se prioriza el proceso por encima del resultado
De hecho, el 78 % de los deportistas españoles ha sufrido algún tipo de violencia interpersonal cuando eran menores, según datos recientes que ha compartido el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COPM). Es más, a todo ello hay que sumar otras cuestiones de especial relevancia, como los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y el acoso, fenómenos que van en aumento, según la COPM. A esto hay que añadir que los menores con discapacidad presentan una probabilidad cuatro veces mayor de sufrir abusos en el deporte.
Y el resultado evidente de todo lo anterior es el abandono deportivo prematuro, algo que se da más entre las niñas (el 48% de ellas abandona la práctica deportiva al llegar a la adolescencia, mientras que los chicos que lo hacen son un 33%).
Presión deportiva infantil
“La presión puede existir, pero debe ser proporcional y estar bien gestionada”, puntualiza el psicólogo deportivo, quien nos indica que la clave está en adaptar la exigencia al desarrollo evolutivo del menor. “El alto rendimiento puede ser compatible con el bienestar si se prioriza el proceso por encima del resultado”, asegura. “Esto implica formar entrenadores en psicología del desarrollo y en habilidades de comunicación emocional, fomentar una cultura de apoyo más que de corrección punitiva, y establecer objetivos que tengan en cuenta tanto lo técnico como lo humano”.
Por supuesto, esos objetivos deben girar en la necesidad de los niños de “sentirse seguros, valorados y acompañados, no temerosos de fallar”.
Violencia en el fútbol infantil
Aunque cualquier deporte de alto nivel es susceptible de propiciar una excesiva presión a los niños y a los adolescentes que les causen algunos de los problemas descritos, hay algo que va, por lo general, más unido al fútbol, y eso es la violencia en el deporte. Violencia que, en no pocas ocasiones, se da más en las gradas que en el propio campo, pero que no dejan de provocar un profundo malestar en los jugadores, en los que pueden generar ciertas secuelas de índole psicológica cuando los protagonistas de esas reyertas físicas o verbales son sus propios padres o familiares directos.
“Muchos padres proyectan sus expectativas o frustraciones en la experiencia deportiva de sus hijos, y esto puede generar comportamientos agresivos hacia entrenadores, árbitros o rivales”, comenta el Dr. Alejo García-Naveira. Por eso subraya la necesidad de trabajar con las familias, no solo con los niños y con los adultos que forman parte del personal técnico.
La presión puede existir, pero debe ser proporcional y estar bien gestionada
Para ello se ponen en marcha iniciativas como la de la Fundación del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y la Real Federación de Fútbol de Madrid (RFFM), que acaban de presentar el proyecto Promoción del bienestar psicológico en futbolistas menores de edad, orientado a niñas y niños futbolistas de entre 8 y 16 años.
El proyecto “se basa en tres pilares: sensibilización, formación y evaluación/intervención”, detalla el psicólogo deportivo. “Entre las acciones previstas están: campañas educativas para padres/madres, entrenadores y jugadores; incorporación de psicólogos del deporte en clubes; formación continua a los equipos técnicos en habilidades emocionales y pedagógicas; y desarrollo de materiales y recursos prácticos para promover la autoconciencia, la resiliencia y el respeto en el entorno deportivo. La idea es generar una cultura del deporte que ponga a la persona en el centro, no solo al resultado”.
¿Cómo fomentar el bienestar psicológico en menores de edad que practican deporte de alto nivel?
“El entrenamiento psicológico debe formar parte del proceso formativo, igual que el entrenamiento físico o técnico”. Aunque el Dr. García-Naveira nos da esta respuesta en relación al fútbol, esta afirmación se puede extrapolar a cualquier otro deporte con menores de edad. La cuestión es cómo llevar a cabo ese entrenamiento psicológico.
El coordinador Sección Psicología de la Actividad Física y el Deporte de la COPM explica que se trata de trabajar habilidades como la gestión de la ansiedad, la atención y concentración, la motivación, la tolerancia a la frustración, la cohesión grupal o la comunicación efectiva. “Estas competencias se entrenan a través de talleres, dinámicas grupales, trabajo en campo con psicólogos del deporte y, especialmente, con el compromiso de entrenadores y familias en su aplicación diaria”, detalla. “El objetivo no es solo mejorar el rendimiento, sino proteger la salud mental y emocional del deportista”.