Con esta subida de temperaturas con la que hemos arrancado junio, probablemente te hayas enfrentado estos días (o tengas pendiente hacerlo) al inevitable cambio de armario. Ese momento en el que toca guardar la ropa de abrigo, sacar la de verano y despedirnos de aquellas prendas que llevan tiempo ocupando nuestras perchas sin ningún propósito. "¿Qué sentido tiene un armario lleno de prendas si siempre acabo utilizando un 10% de las mismas">
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Y es que seguro que a ti también te ha ocurrido: llevas años guardando un vestido o una blusa concreta, esperando a darle una oportunidad, aunque en el fondo sepas que nunca llegará ese momento. ¿Pero por qué no eres capaz de donarla, venderla o regalársela a alguien? "Muchas veces tenemos un apego sentimental hacia ellas porque te sientes bien con esa prenda o por su comodidad", asegura María Redondo Solance, profesora de Historia del Traje y Sociología de la Moda en la Universidad de Nebrija. "Pero también porque te trae ciertos recuerdos: de la persona que te la regaló, de si la compraste o la usaste en un lugar o un acontecimiento importante en tu vida…".
Las emociones juegan un papel clave
Somos realistas: no es práctico guardar un vaquero cuya talla ya no es la nuestra, con la esperanza de que en algún momento nos sirva de nuevo. Pero las emociones tienen un papel más importante que lo puramente racional, iten las expertas. "La ropa puede despertar nuestros sentidos, sentimientos y también nuestra memoria. El tacto de la tela, el color o incluso el olor, nos transportan a tiempos y lugares del pasado, tal y como pasaba con la magdalena de Proust", apunta Solance, haciendo referencia al término que acuñó el autor francés: una asociación cerebral que realizamos de forma involuntaria ante estímulo sensorial.
La ropa es capaz de provocar un apego emocional, no tanto como si fuera una persona, pero sí como un objeto de valor. "La moda es un fenómeno semiótico, es decir, funciona a través de lo que simboliza, el valor simbólico que le otorgamos; con lo cual una prenda como un vestido de novia o el primer uniforme escolar, son objetos con un altísimo valor sentimental", dice la docente de Nebrija.
¿Quién no ha tenido una prenda de la suerte?
Es la pregunta que nos plantea Solance, rescatando la teoría de la que habló el psicólogo y psicoanalista John Carl Flügel: "Muchas veces llegamos a otorgar a ciertos elementos de la indumentaria un papel casi mágico o protector. Es una de las funciones del vestido que analizaba Flügel, la protección, que no solo es una protección física: es decir la ropa nos protege, por ejemplo, del frío. También puede ser una protección de determinados males o cuestiones negativas. ¿Quién no ha tenido una prenda de la suerte">
